Desde el arranque del sexenio de López Obrador hay una interrogante entre quienes llevamos años exigiendo un cambio de paradigma en la política de drogas del gobierno mexicano: ¿de verdad se aprobará en México la regulación del mercado de la cannabis para fines medicinales y lúdicos? o ¿las diferentes iniciativas que hay tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados no serán dictaminadas y se irán al congelador? Hay varias razones para pensar que el cambio de paradigma será realidad.
La evidencia ya ha desmitificado varios asuntos. Primero, que la política prohibicionista no reduce el consumo y sí incrementa la ilegalidad de la venta, así como la criminalización de usuarios de bajos recursos. Segundo, que la regulación tampoco incrementa el uso dramáticamente y menos entre jóvenes. Aún es muy pronto para tener evidencia contundente de Estados Unidos, Uruguay o Canadá, pero hay estudios que indican que la regulación lúdica sí aumenta el consumo, pero entre adultos de 35 a 50 años y la baja entre adolescentes y jóvenes. En cuanto al uso medicinal, hay estudios que indican que la aprobación sí ha incrementado el consumo, pero esto puede ser porque más médicos están recetándosela a pacientes.
La experiencia canadiense es interesante porque allá la regulación ha sido excesiva y confusa. El periódico The Guardian publicó un comparativo de cómo la regulación canadiense es un laberinto en donde hay provincias que permiten el consumo a partir de los 18 años, otras a partir de los 21; en Ontario se puede consumir en cualquier lugar donde se permita el consumo de tabaco, pero en Manitoba hay una multa de 672 dólares canadienses por consumo público. En todas las provincias, la pena por compartir cannabis con una persona menor de edad es muy severa.
En segundo lugar, hay razones para ser optimistas porque la necesidad de regular ya es sólida entre las y los legisladores. Tan solo en el 2018 se presentaron 10 iniciativas provenientes de senadoras y diputados de 4 partidos políticos (Morena, PRD, PRI, MC). Todas buscan aprobar uso lúdico, medicinal y una amnistía para quienes hayan sido criminalizados por posesión o por consumo. Este es un tema de justicia social.
Una razón más para el optimismo pro regulación es que todas las iniciativas que existen en ambas Cámaras del Congreso están siendo respaldadas y estudiadas por colectivos de activistas que llevan años incidiendo en el tema. El colectivo #RegulaciónPorLaPaz aglutina a algunas de las personas más serias y expertas en el tema de la regulación cannábica, desde los aspectos legales, médicos y de cultivo, uso y reducción de daños. Además hay otros grupos de activistas que todos los días hacen trabajo para quitar el estigma al uso de la cannabis, que buscan reuniones con legisladores que siguen ambivalentes sobre el tema o que realizan una labor de difusión excelente, como la revista Cáñamo, o grupos de abogados que siguen tramitando amparos para el cultivo y uso personal, en lo que llega la regulación.
Otra clave para el optimismo es la llegada del doctor Gady Zabicky al frente de la Comisión Nacional contra las Adicciones. Zabicky tiene todas las credenciales académicas y años de activismo para hacer un trabajo excepcional, que combata efectivamente las adicciones, pero sin estigmatizar a las personas usuarias de drogas.
Hasta ahora la autodenominada 4T no ha demostrado contundentemente en qué es distinta su estrategia en la lucha contra el crimen organizado de la que dejó Calderón y Peña continuó. Muchos pensamos que la Guardia Nacional es militarizar al país y la continuación de un error. Otros pensamos que en los temas de justicia transicional hay voluntad política y buenos perfiles liderando, pero sin los recursos suficientes. La otra pinza de la estrategia es la de la regulación del mercado de cannabis, amapola y otras drogas. Aquí urge que Morena en el Congreso y el mismo Presidente nos demuestren que son diferentes y por ello urge que ya rolen la iniciativa para su aprobación este otoño.

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Politólogo por The New School for Social Research e Internacionalista por el ITAM. Profesor en la UIA desde el 2007 y en el ITAM (2005-2012). Coautor de varios libros académicos como Same Sex Marriage in Latin America: Promise and Resistance, La política exterior de México y ¿Qué es Estados Unidos? Analista político en CNN y el IMER. Conductor del programa Sin Filtro, en Televisa. Fue Subdirector de la Revista Foreign Affairs Latinoamérica.