Día uno. Avenida Lázaro Cárdenas, 9:30 de la noche. Voy camino al aeropuerto a recoger a mi ahijada de 14 años. No conoce los usos y costumbres del País pues vive al otro lado del mar, en un mundo donde hay reglas claras y sus ciudadanos acostumbran cumplirlas. Y, sin embargo, me ilusiona mostrarle quiénes somos nosotros y lo que hay por estos lares. Todo está listo para recibirla si no fuera por el río de coches que no avanza.