Una jovenzuela
Guadalupe Loaeza EN MURAL
Ayer, 12 de agosto, Sofía se despertó verde. Verde de coraje por cumplir un año más. Disléxica como siempre ha sido, leía el número de su aniversario al revés, 37 años. "Así me siento y así me quedaré todo 2019", pensaba mientras con uno de sus numerosos pinceles se ponía sobre sus mejillas, una y otra vez, blush on, para lograr un mejor semblante. Por más que insistía, no lograba obtener unas chapas rosadas que se vieran naturales. Y entre más se ponía el polvo en tono palo de rosa, más pálida se veía. Su marido, hija, nietas, hermana mayor y unos amigos llegarían a la hora de la comida. En esta ocasión disfrutarían de unos deliciosos chiles en nogada que le había enviado, desde Puebla, su amigo Luis Ángel Casas. Todo estaba listo menos ella; aún le faltaba ocultarse con un polvo mágico las canas, maquillarse los ojos y elegir su atuendo. "Tiene que ser lo más juvenil posible", se decía en tanto pasaba, con rapidez, los ganchos con faldas, blusas, pantalones, etc. Nada le gustaba. Todo lo veía viejo, pero sobre todo, demodé. Finalmente optó por un pantalón y una blusa de seda negra con lunares blancos. Para que el conjunto se viera más cool, la combinó con una t-shirt blanca, la cual lucía muy bien gracias a las eternas hombreras de Sofía. Alrededor del cuello, no podía faltar una mascada de la misma tela que la blusa. Por quinta vez se cepilló el pelo, se puso perfume y salió del baño convencida de que efectivamente tenía 37 años y no 73, como pensaba mucha gente que la había felicitado con tanto cariño festivo a través de su whats. Lo que sin embargo la hizo regresar a la realidad fue cuando vio su cojín especial para las personas dolientes de la ciática, instalado en el sofá donde siempre se sienta. Lo vio de reojo y en seguida se sentó, con un ligero rictus en la boca, a esperar a los invitados.
Descubrió quién es gracias a la escritura y al periodismo. Ha publicado 43 libros. Se considera de izquierda aunque muchos la crean "niña bien". Cuando muera quiere que la vistan con un huipil y le pongan su medalla de la Legión de Honor; que la mitad de sus cenizas quede en el Sena y la otra mitad, en el cementerio de Jamiltepec, Oaxaca, donde descansan sus antepasados. Sus verdaderos afectos son su marido, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus lectores