OPINIÓN

Un grito diferente

Genaro Lozano EN MURAL

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Para el general Virgilio Gallardo, en memoria.

Los gritos de Independencia y las fiestas patrias son un momento de unidad. Una tregua a la confrontación de la clase política o a las sobremesas familiares con opiniones fuertes e ideológicamente diversas. O al menos eso queremos creer. Que esta conmemoración nos une, que nos ayuda a hacer nuestras diferencias de lado. Algo hay de razón. Después de todo, desde las fiestas de la noche del 14 de septiembre hasta el desfile del 16, todo mundo parece de buenas, salvo aquellos que piensan que el nacionalismo es cursi, ramplón y anticuado.

Sin embargo, esas fiestas previas y el desfile militar son la antesala y el epílogo del acto más importante de esta conmemoración: el grito de Independencia. El grito, dado por el Presidente en turno, es el que concentra la atención. Dado que solo nos han gobernado hombres, el grito es también un acto de masculinidad, casi una prueba de virilidad. Cada Presidente intenta el grito más masculino posible. El que honre la memoria de los héroes que nos dieron patria. Vicente Fox fue el primero que incorporó a Leona Vicario, en su primer grito como Presidente en el 2001, pero nunca hemos oído decir "los héroes y las heroínas que nos dieron patria". El grito, el performance del Presidente en turno y las reacciones de la gente congregada en el Zócalo tal vez sean los temas más discutidos cada 15 de septiembre.

Por muchas razones, el de López Obrador fue un grito diferente. Una joven nacida en 1988, que votó por primera vez en el 2006, escuchó los seis gritos de Felipe Calderón con rechiflas. Si fue al Zócalo en septiembre de 2007 escuchó los gritos de "fraude y espurio". Si acaso esa misma joven fue al último de septiembre de 2012, escuchó los gritos de "asesino" y vio los lásers inocuos reflejados en el rostro brilloso del ex panista. Si esa misma joven fue al primer grito de Peña, en septiembre de 2013, también escuchó rechiflas de "fuera, fuera" y vio miles de camiones de acarreados. Si fue al último del priista, en septiembre de 2018, escuchó un "corrupto" o "renuncia ya". 

A diferencia de los últimos 12 años, este año el Zócalo no tenía zonas VIP ni al Estado Mayor Presidencial. El peligro latente de la represión, de granaderos encapsulando a manifestantes, de policías deteniendo a jóvenes encapuchados, en esta ocasión no estuvo presente. La promesa de no usar a los elementos de seguridad para reprimir sigue siendo válida y tiene que seguirlo siendo.

Seguramente no todo el país está feliz, feliz, como asegura AMLO, pero el suyo fue un grito que le regresó la dignidad al acto. El grito de un líder social de izquierda, convertido en Presidente en su tercer intento. El largo y costoso camino que le tocó al país para ver en ese balcón al hombre que era el principal opositor de la clase política en el poder y que ahora presume los 30 millones de votos de su elección. Un grito sobrio, con el muy debido y sentido reconocimiento a los "héroes anónimos", a las comunidades indígenas, a las madres y padres de la Patria. Para muchos jóvenes éste fue el primer grito dado por la persona por la que votaron. Para otros fue el primer grito dado por el hombre por el que habíamos votado tres veces. Y eso se sintió. Los gritos en el Zócalo eran de apoyo, en lugar de insultos o rechiflas, como el país estaba acostumbrado. Sería mezquindad no reconocerlo.

Un grito distinto. Una tregua necesaria. Un Presidente con legitimidad y popular. Un momento histórico para las izquierdas de México. Ojalá que ese ánimo de unidad le dure al Presidente. Que deje de usar sus conferencias mañaneras para descalificar a opositores. Que vea que su paquete económico está obsesionado con cuidar los indicadores macroeconómicos que tanto le gustan al mercado, que su PEF parece tan neoliberal que pudo haber sido mandado por Videgaray o Meade. Que Morena con el PRD y MC en el Congreso ajusten ese paquete económico y que el Presidente recuerde siempre que también es Presidente de quienes no votaron por él y que todos los días necesita seguirse ganando la confianza y el apoyo de la gente para que siga siendo un grito diferente.