Si una es capaz de detenerse, de juntar el coraje para hacer una pausa y rebelarse a la tiranía de la hiperproductividad, puede darse cuenta de que está extenuada. Parar ese momentito pronto deja al descubierto la falta de energía, el dolor en el cuello, el ojo lloroso, las lumbares punzantes, la mente volátil. Y ocurre otra iluminación a contrapelo de nuestros tiempos: una comprende que sus palabras y posicionamientos no son importantes, que el mundo puede seguir sin la combusta opinión que nos urgía externar. En el colmo del asombro, detenerse induce a otra revelación: sólo queremos repetirnos. "Oye, Grok, confirma mi sesgo ideológico".
Es escritora, autora de los libros Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) y El niño que fuimos bajo el sello de Alfaguara; Las noches habitadas (Editorial Planeta) y Damas de caza (Editorial Plaza y Valdés). Ha colaborado en El Cultural de La Razón, The Washington Post, SinEmbargoMx, El Malpensante, Confabulario de El Universal, Revista GQ, Revista SOHO y otros medios. Desarrolla guiones para cine, teleseries y audioseries.