OPINIÓN

Convencido de que el Estado es corrupto y superfluo Obrador se dedicó a desmantelarlo con una rabia ideológica

Tabula rasa

Jorge Volpi EN MURAL

3 MIN 30 SEG

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Primero destruir. Y luego ya se verá. Estas dos frases, que podrían parecer ridículas o inverosímiles y en cualquier caso impropias de una auténtica política de izquierda, han animado a la Cuarta Transformación desde su llegada al poder. Convencido de que el Estado es corrupto, superfluo u oneroso -una idea central de ese neoliberalismo que de labios para afuera afirma combatir-, López Obrador se dedicó infatigablemente a desmantelarlo con una rabia ideológica solo equiparable a la de Thatcher o Reagan. Ese mismo programa, ajeno a cualquier idea progresista, es el que ha transmitido a su sucesora.