OPINIÓN

Sin política

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL

3 MIN 30 SEG

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¿Yo? ¿Profanar yo el postrer día del año con elucubraciones de política? ¡Lejos de mí tan temeraria idea! Dejo de lado el plectro con el que arranco vibrantes notas a la lira nacional; me quito los altos coturnos que calzo para hacer el análisis de la vida republicana y me quito la toga de magíster con la que doy autoridad a mis cotidianas opiniones, que no tienen otro valor que ser incuestionables, irrebatibles, inconcusas, impepinables e incontrovertibles. No creo alterar el destino de la Patria si hoy no le imparto mi diaria orientación. Séame permitido, entonces, exornar hoy esta fútil seccioncilla sólo con una breve sucesión de cuentecillos, alguno de los cuales podrá merecer quizá el honor de ser parte de la alegría que deseo a mis cuatro lectores este día, y de su grata conversación en la cena de Año Nuevo... La maestra amonestaba a Pepito: "Si sigues portándote mal llevarás a tu casa una mala nota. ¿Sabes qué es una mala nota?". "Sí -responde con seguridad el niño-. Es la mamá de los malanitos"... La esposa de Jactancio P. Tulante iba a viajar a Francia. "Me traes una francesita" -le dijo el fatuo tipo al despedirla en el aeropuerto. Cuando regresó la señora le preguntó Jactancio con su falsa sonrisa de faceto: "¿Me trajiste la francesita?". "Sospecho que aquí traigo algo ya -respondió la señora señalándose la barriga-. El problema es que no sé si será francesita o francesito"... Lorenzo Rafail y María Candelaria se encontraron en el camino. "¿Ti acompaño, María Candelaria?" -preguntó con timidez Lorenzo Rafail. "¡No, mira qué! -se enojó la muchacha-. ¡Luego vas a querer abrazarmi!". Le dijo él: "¿No ves que voy cargando una gallina y arrastrando una chiva, y que llevo además un talache y una cubeta? Así, con las manos ocupadas, ¿cómo podría abrazarti?". "¡Sí, mira qué! -replicó María Candelaria-. Clavas el talache en el suelo; en él amarras a la chiva; luego metes a la gallina abajo de la cubeta y me abrazas. ¿A poco no?"... Cuitlazintli, joven indio en edad de merecer, estaba en vísperas de casarse con Petlazulca, indita de muy buen parecer. Fue el muchacho al pueblo en día de mercado y vio una tela que le gustó para hacerse con ella un taparrabos. Pidió al marchante que le vendiera medio metro, suficiente para con él hacer la prenda, pero el hombre le dijo que la tela solo se vendía por metro. Así, mal de su grado, el mancebo hubo de comprar el metro completo. De regreso en su casa cortó la tela en dos partes: con una se hizo el taparrabos y guardó la otra parte para hacerse otro y estrenarlo el día de sus desposorios. Muy orgulloso salió luciendo aquella flamante cobertura, y fue a enseñarle el taparrabos a su novia. La halló en las afueras del lugar lavando ropa en la clara corriente de un arroyo. A todo correr fue hacia ella, pero en la prisa no se percató de que el taparrabos se le quedó atorado en la espinosa rama de una zarza, de modo que el desdichado llegó junto a su novia sin cosa alguna que le cubriera lo que de consuno la moral y la civilidad demandan que se cubra. "Miri lo qui tengo, Petlazulca" -le dice con gran orgullo a la muchacha. Ella, de rodillas sobre el lavadero, voltea y mira lo que sus ojos de doncella jamás habían mirado. Con turbación aparta la vista y la fija otra vez sobre la piedra en que lavaba. "¡Que miri, li digu!" -repite él, imperativo. Ella, confusa y ruborosa, obedece la orden y mira de soslayo. Cuitlazintli, pensando en la calidad y color de la tela con que se había hecho el taparrabos, le pregunta a su novia: "¿Li gusta?". "Sí" -responde ella con mucha timidez. Le manifiesta entonces el muchacho: "Y tengo medio metro más, p'al día que nos casemos"... FIN.