OPINIÓN

Sentido práctico

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL

3 MIN 30 SEG

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¿Alguien podrá dudar de la infinita sabiduría de Dios? Don Simón no dudaba, no: era católico devoto, pero no se explicaba algunas disposiciones del Señor, y sostenía que a pesar de su omnisciencia había cometido cuatro errores graves. El primero era el que le dolía más. ¿Cómo podía ser -se preguntaba- que lloviera en el mar y no lloviera nunca en su rancho? Piedras de Lumbre se llamaba el rancho tal, y en él no caía jamás una gota de lluvia. Se diría que estaba techado en toda su extensión. Calor de infierno hacía siempre ahí. Las lagartijas, para refrescarse, se metían en los mofles de los camiones que pasaban. El segundo error divino que conturbaba a don Simón era que el buen Dios nos puso el chamorro en la parte de atrás de la pierna. Si nos lo hubiera puesto adelante nos evitaríamos esos dolorosos golpes que a veces nos damos en las espinillas. Puesto atrás, el chamorro para lo único que sirve es para que nos muerdan los perros. El siguiente error era de omisión. ¿Por qué no nos puso Diosito un ojo en el extremo del dedo índice de la mano derecha? ¡Cuán útil nos habría sido ese tercer ojo! En la misa, al llevarnos la mano al bolsillo para tomar la moneda de la limosna, sacaríamos la de 20 centavos en vez de sacar la de un peso. (Las dos eran aproximadamente del mismo tamaño, y se confundían al tacto). Además, en los desfiles, aunque llegáramos tarde, nos bastaría alzar el dedo con el ojo para poder ver todo desde atrás. El cuarto error divino, igualmente inexplicable, consistía en que a los hombres, con los años, se nos caen los dientes. Y los dientes siempre sirven. Debería caérsenos otra cosa, que con la edad ya no la necesitamos. En el Potrero de Ábrego, cuya población apenas pasará de 500 habitantes, hay cinco iglesias, cuya cita hago por orden de antigüedad: la católica, la bautista, los Testigos de Jehová, la cristiana y otra cuyo nombre, sacado de algún texto bíblico, no recuerdo ahora. Los vecinos del rancho son tolerantes y flexibles en materia de religión, y creo que hacen bien. Cuando las monjitas católicas les llevan ropa van con ellas. Cuando el pastor bautista les da despensas, las reciben. Cuando los Testigos les ofrecen cuadernos, lápices y otros útiles escolares, asisten al estudio; cuando los cristianos les proporcionan doctores y dentistas, los consultan en la iglesia y ahí mismo recogen las medicinas; cuando el pelirrojo misionero americano de la otra iglesia llega en su camioneta cargada con juguetes para los niños, acuden gustosamente a recibirlos. A esa condescendiente actitud religiosa yo la llamo sentido práctico. Primero comer y luego ser cristianos, católicos, testigos, bautistas o qué sé yo qué más. Total, como dice don Abundio, hay un solo Dios, aunque haya diversos distribuidores; un solo árbol con diferentes ramas. Lo que importa, postula el sabio viejo, es ser bueno y hacer el bien, vayas a misa, al culto, al estudio, al servicio o a lo que sea, o aunque no vayas a ninguno de esos sitios más que a recoger la ropa, la cobija, la despensa, los juguetes, las medicinas o las promesas de salvación eterna. Si eres bueno ya chingaste, sostiene don Abundio. Quienes te conocieron te recordarán con cariño, y Diosito te abrirá los brazos sin preguntarte si fuiste con las monjas o con el americano pelirrojo. En cambio, si jodiste a tu prójimo te joderás tú mismo, y de nada te servirá haber ido a misa 10 mil veces, o haber cantado otras tantas aquel himno, o saberte la Biblia de memoria. Ciertamente don Abundio está muy lejos de ser teólogo. Pero no cabe duda de que el amor y el bien son las mejores teologías... FIN.