Como en la Roma antigua, ayer en el Senado de la República se vivió un episodio de intrigas y traiciones digno de una novela histórica. Por momentos la trama política parecía una comedia de enredos si no fuera porque terminó en una tragedia. La impartición de justicia nunca estuvo en disputa, sino el control del Poder Judicial. Si la reforma judicial hubiera versado sobre cómo abatir la impunidad o cómo ampliar el acceso a la justicia quizá habría existido la posibilidad de lograr un mínimo consenso, pero en tanto que se trató sobre el control de los juzgadores del país no hubo acuerdo posible. Nunca se planteó la posibilidad de negociar los términos de la reforma, sino de imponerla a como diera lugar.