Sin diagnósticos ni evaluaciones, una vez más el Ejecutivo federal ha presentado una iniciativa de reforma que achica aún más al gobierno de la República. No se trata de una propuesta de adecuación institucional que fortalezca la capacidad del Estado mexicano o que genere ahorros presupuestales significativos, sino de un conjunto de ajustes administrativos que debilita aún más la ya de suya menguada administración pública federal. La iniciativa de reforma es tan amplia como incierta, pues de un plumazo pretende remodelar distintas áreas sin una justificación clara, mucho menos estudios que la sustenten. La iniciativa es tan dispersa, que se desconocen sus implicaciones y consecuencias.