OPINIÓN

Partidos mexicanos

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL

3 MIN 30 SEG

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Una señora les contó a sus amigas: "Languidio, mi esposo, ha perdido últimamente su vigor sexual". Preguntó una: "Y ¿qué han hecho al respecto?". Respondió ella: "Estamos en tratamiento". Quiso saber la amiga: "¿En qué consiste ese tratamiento?". Explicó la señora: "Él trata, y yo miento"... Babalucas fue con el doctor, pues sentía un cierto dolor en el pecho. "Voy a revisarlo -le dijo el facultativo al tiempo que tomaba su estetoscopio-. Desvístase hasta la cintura". Babalucas se quitó el pantalón y los calzones... Don Geroncio, caballero de edad más que madura, fue con su joven nieto a una librería. "Voy a comprar un libro de historia" -le anunció. Entraron los dos, y don Geroncio pidió el libro llamado Sexo ardiente, a todas luces pornográfico. Al salir le dijo el nieto en tono de reproche: "Abuelo, me dijiste que ibas a comprar un libro de historia, y en su lugar mira lo que llevas: Sexo ardiente". Le explicó el añoso señor: "Mira, hijo: para mí el sexo ya es historia"... Alguna vez se escribirá la historia de los partidos políticos en México, y su lectura causará rubor. No es posible que en un país tan pobre como el nuestro haya partidos tan ricos. Por causa de una viciosa legislación electoral esos partidos gravitan onerosamente sobre la economía de los mexicanos, de cuyo trabajo sale para mantener a una vastísima burocracia política que constituye ya una casta cuya existencia es muestra de subdesarrollo. Se dice que los partidos son entes de interés público, y que por eso deben ser sostenidos por los ciudadanos. Eso es una falacia, pues los partidos ni de lejos representan el interés común; representan el interés de quienes los manejan, o a lo más de quienes pertenecen a sus filas. A ellos debería corresponder el sostenimiento de esas pesadas estructuras, que poco o nada aportan al beneficio general en su búsqueda incesante de poder, de chambas y canonjías. Nuestra democracia es incipiente, y vacilante aún. Cuando se fortalezca desaparecerán esas leyes que los mismos partidos, a través de sus legisladores, hicieron para su beneficio. Y ya no digo más, porque estoy muy encaboronado... Le pregunta la nieta a su abuelita: "Abue: ¿cuántos años tienen tú y el abuelo de casados?". Respondió la señora: "El próximo diciembre cumpliremos 54 años". "¡54 años! -exclamó la muchacha-. Y en todos esos años ¿jamás pensaste en el divorcio?". "¡Dios me libre! -se escandalizó la abuelita-. Jamás pensé en el divorcio. En el asesinato sí"... La señorita Himenia Camafría asomó por la ventana del segundo piso envuelta en una sábana, y le pidió al policía que tocaba el timbre de la puerta: "Por favor, señor oficial, retírese inmediatamente". Preguntó el patrullero: "¿No fue usted la que llamó pidiendo auxilio porque un desconocido había entrado a su casa?". "Sí -respondió la señorita Himenia-. Pero una puede cambiar de opinión ¿no?"... Viene ahora un cuento rojísimo. Las personas que no gusten de leer cuentos rojísimos sáltense hasta donde dice FIN... Cierta dama con mucha ciencia de la vida conoció a un rudo mocetón de torosa musculatura, y entró en deseos de refocilarse con él. Lo llevó a su departamento, y empleando sutiles artes aprendidas en muchos trances similares lo puso bien pronto en acezante estado de lubricidad. Ya iba el mancebo a realizar la consabida acción cuando ella lo detuvo. Le preguntó: "¿No traes preservativo?". Él, confundido, respondió que no. "Yo tengo" -dijo ella. Y extrajo de su bolso uno de esos artilugios. El muchacho lo sacó del sobrecito y empezó a examinarlo fijamente. Luego, sin decir palabra, procedió a inflarlo como si fuera un globo". ¡Hey! -lo dijo la mujer entre asombrada y divertida-. ¡No es para eso!". "Ya lo sé -contestó imperturbable el mocetón-. Pero primero hay que aflojarlo"... (No le entendí)... FIN.