Hay que tener en cuenta que la gente se muere y a veces sencillamente no se alcanzó a reconocer a tiempo a quien más lo merecía
Para otra vida
NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL
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Se asombraba la periodista Gabriela Warkentin, el jueves en su programa de radio, de que la flamante ganadora del Premio Nobel de Literatura fuera más joven que ella. No pude menos que comprenderla: ya desde hace un rato es inevitable que experimente cierto desasosiego cada que un dato así me confirma cómo está más cerca el momento de sacar mi tarjeta de Bienestar. Cincuenta y cuatro años va a cumplir Han Kang a finales de noviembre (al averiguar esta información, el primer resultado que me devuelve el buscador es la ubicación de un restaurante con el nombre de la coreana en Plaza Bonita), y aunque me lleva dos añitos, mi primera impresión es que ciertamente es una chamaca. Luego descubrí que Warkentin y yo no fuimos los únicos en sobresaltarnos: como si el Nobel debieran dárselo solamente a "adultos en plenitud", causó cierto revuelo el hecho de que esta vez lo ganara alguien nacido en 1970, y, sin embargo, como tuvo la paciencia de advertirlo el ensayista Eduardo Huchín, ha habido quienes a edades aún más tempranas tuvieron la bendición de Estocolmo: «García Márquez y Hemingway tenían 55 años cuando lo recibieron y todavía más joven lo recibió William Faulkner, con 52. Aunque a todos ellos les gana Pearl S. Buck, que tenía 46 años cuando le dieron el suyo en 1938», anotó en Facebook, y más tarde agregó: "En las respuestas a este post se han ido sumando: Rudyard Kipling con 41, Albert Camus con 44, Joseph Brodsky con 47, Orhan Pamuk con 54, Olga Tokarczuk con 56".