Palomera

El otro día asistí a la inauguración de una muestra internacional de cine. La sala de proyección era enorme. Todavía lucía más grande porque estaba casi vacía. Cinco incautos y yo esperábamos, con bebidas en los descansabrazos y palomitas sobre el regazo, a que aquello diera inicio. Los minutos pasaban, las provisiones empezaron a menguar. Llegó algún otro despistado también cargado de comida, pero la cinta nomás no se proyectaba en la pantalla.