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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL

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Lo que en seguida voy a relatar ha pasado inadvertido, pero seguramente formará parte de nuestra moderna historia. Sucedió que un pequeño pueblo, Cuitlatzintli, le declaró hace días la guerra a Estados Unidos. El presidente municipal del lugarejo, indignado por la conducta de Trump en relación con México, se apersonó ante un cónsul norteamericano, y acompañado por el secretario del ayuntamiento le entregó esa declaración escrita a lápiz en una hoja de cuaderno con la firma del cabildo en pleno y de los notables de la localidad: el recaudador de rentas, el boticario, el abarrotero principal y el propietario de la fábrica de veladoras "Luz divina". El representante de la nación del norte se enteró bien de la misiva y le preguntó al munícipe de qué elementos disponía para enfrentar en un conflicto bélico a Estados Unidos. Manifestó, orgulloso, el jefe de la comuna: "Somos 35 hombres armados con rifles .22 Mendoza, hechos en México". Quiso saber el cónsul: "¿Cómo andan de artillería?". Respondió el alcalde: "Disponemos de cuatro escopetas garceras y una honda". "¿Motocicleta?" -inquirió el yanqui. "No -aclaró el alcalde-. Artefacto para lanzar piedras. Está a cargo de Salicio, pastor de cabras que tiene puntería de apache. Él solo mató a 54 chivas antes de que el dueño de la majada le quitara la honda". Preguntó el cónsul: "¿Cuántos barcos y aviones poseen?". Reconoció el declarante: "En eso sí andamos escasones. No tenemos ni uno. ¿Y ustedes? ¿Cuál es la fuerza que mandan?". Replicó el americano: "Para empezar podemos poner en pie de guerra a los 20 mil soldados del campo militar cercano". "¡20 mil soldados! -se consternó el alcalde-. Retiramos entonces la declaración de guerra. Deque la hoja". Sonrió el cónsul: "¿Les asustó nuestro poderío bélico?". "No -negó el munícipe-. Lo que pasa es que no tenemos en el pueblo cárcel pa' meter a tanto cabrón prisionero que les vamos a hacer"... El anterior relato, muy posiblemente apócrifo, sirve para decir que a los ataques de Trump no podemos responder con ataques de igual naturaleza, pues claramente llevamos las de perder. Podemos, sí, dejar de poner todos los huevos en la misma canasta, si me es permitido el uso de esa expresión avícola, y diversificar en lo posible nuestras relaciones económicas. Debemos buscar otros mercados para nuestros productos, y no depender exclusivamente del poderoso vecino que bajo el mando del nefasto Trump se nos ha vuelto tan hostil. No sé nada de asuntos internacionales -tampoco de asuntos nacionales sé-, pero el sentido común me indica que es peligroso fiar nuestro destino a un solo cliente, así esté muy cercano. Obvio es decir que el mundo se ha empequeñecido; las distancias entre los países se han acortado por el progreso en las comunicaciones. Adaptemos a nuestra diplomacia y nuestro comercio internacional el verso que, referido a las mujeres, decía Miguel Herrero: "Hay mucha espiga en la era para pensar sólo en una". No se me escapan las complicaciones que mi patriótica sugerencia puede traer consigo, pero bien aconseja el dicho popular: a grandes males grandes remedios. La desesperación que nos causan la vesania y el encono del magnate amarillento sería motivo para tomar medidas desesperadas. Cuidado cuando a un débil se le arrincona... ¡Insensato escribidor! Esa última frase me provocó una alarmante conmoción de píloro. Remédiala con un chascarrillo final... El rey Pipino el Breve contrajo matrimonio. La noche de las bodas la reina puso la vista en la entrepierna de su real consorte y exclamó luego con disgusto: "¡Joder! ¡Yo pensé que te decían 'el Breve' por chaparro!"... FIN.