El pase a la siguiente ronda frente a un equipo infinitamente inferior en inversión no es lo que se celebra. Se celebra la emoción de un gol en el último suspiro del partido. Se celebra la consumación de una jugada que, ni en sueños, la habrían formulado los jugadores de Tigres antes de irse a dormir. Se celebra el gol de cabeza (golazo, dicho sea de paso). Se celebra que el gol no haya sido del que normalmente los hace, sino de quien los impide. Se celebra la forma, no el fondo.