OPINIÓN

En el vértigo de nuestro presente acabamos extraviando algo sustancial que aquellas novelas nos revelaron

Otra parte

NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL

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Hace algo más de catorce años, cuando Milan Kundera cumplió ochenta, caí en la cuenta de que habían pasado dos décadas desde que leí por última vez una novela suya (La inmortalidad, de 1988). Ya entonces, en 2009, tal alejamiento me pareció inexplicable, y sobre todo injustificable: no se trataba de un olvido definitivo, pues había llegado a disfrutar sus libros de ensayos El telón (2005) y Un encuentro (precisamente de ese 2009), pero sí era un abandono indeliberado, como si me hubiera deshecho de su compañía sin motivo para largarme a quién sabe dónde. Eso: ¿a dónde?