OPINIÓN

Otra cosa

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL

3 MIN 30 SEG

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Terminó el primer trance de amor en la noche de bodas. La inocente recién casada contempló la entrepierna de su agotado maridito y le dijo llena de consternación: "¡Perdóname, Leovigildo! ¡Te juro que no era mi intención acabármela toda!"... Don Mercuriano, el abarrotero del pueblo, fue a confesarse con el padre Arsilio. En el curso del sacramento el buen sacerdote le preguntó: "Dime, hijo: ¿das kilos completos o kilos de 900 gramos?". "Señor cura -se amoscó el comerciante-. Vine a confesarme, no a hablar de negocios"... Estos próximos días, los de la Navidad y el Año Nuevo, los pasaré en Tierra Santa. Quiero decir que los pasaré en Saltillo. En esta época del año detengo mi peregrinar y gozo la compañía de aquellos a quienes amo y que me dan su amor. Deambulo por mi ciudad; visito los lugares donde tengo recuerdos de tiempos idos que jamás se irán. Ayer en la mañana, por ejemplo, pasé por la calle que lleva el nombre de mi madre: Carmen Aguirre de Fuentes, a un costado del Teatro de la Ciudad. El Teatro de la Ciudad de mi ciudad es un hermoso teatro. Lleva el nombre de don Fernando Soler, pues el insigne actor nació en Saltillo, siquiera haya sido por azar, pues a su señora madre "se le ofreció" -así se decía- cuando la compañía teatral de la cual formaban parte ella y su marido estaba actuando ahí. Me correspondió decir el discurso inaugural del teatro, y el presidente López Portillo, presente en la ocasión, dijo que mi discurso fue el más galano -usó esa palabra- que en su vida había escuchado. Eso lo reseñó don Rafael Solana en la entrañable revista Siempre! Se equivocó, por cierto, el gran autor y crítico, pues predijo que el teatro saltillense terminaría en cine, como muchos otros de la República. Sigue siendo teatro, y sirve de recinto lo mismo a la Orquesta Filarmónica del Desierto de Coahuila que a la Compañía de Ópera de Saltillo y a los numerosos grupos teatrales que en mi ciudad funcionan permanentemente. Saltillo es ciudad culta, ninguna duda cabe. Y es también ciudad segura, limpia y ordenada, en la cual hay empleos dignos para todos y mano de obra calificada que redunda en altos índices de productividad. Todo eso lo mencionó nuestro alcalde actual, el ingeniero José María Fraustro Siller, al rendir -con teatro lleno- su primer informe de gobierno, pleno de buenos frutos para Saltillo y para los saltillenses. No digo esto a manera de elogio, sino de reconocimiento a un trabajo bien cumplido en bien de la comunidad en que vivo. Si alguno de mis cuatro lectores no conoce Saltillo le doy mi más sentido pésame, y lo invito a que nos visite. Verá entonces cuánta razón tuve cuando dije hace un tiempo: "Roma es un poco más antigua; París un poco más conocido y Nueva York un poco más grande, pero Saltillo... Saltillo es otra cosa"... La trabajadora social le indicó a doña Generina: "Dice usted que su marido la abandonó hace 10 años, y sin embargo tiene nueve hijos, de 9 a un año de edad". Explicó, ruborosa, la señora: "Es que cada año viene a disculparse"... No sé si el cuento con que termina esta columna es ingenuo o desfachatado. Decídalo quien lo lea... Pepito iba con su papá y vio a un perrito y una perrita haciendo lo que una perrita y un perrito hacen. Curioso, le preguntó a su papá qué estaban haciendo. El señor le respondió con la verdad: "Están haciendo un perrito". Esa noche Pepito entró sin avisar en la recámara de sus papás y los vio haciendo lo que hacen los papás en la recámara. Volvió a preguntar: "¿Qué hacen?". Y con la verdad volvió a contestar su padre. "Estamos haciendo un niño". Sugirió el chiquillo: "Háganlo en la otra forma. Yo preferiría un perrito"... FIN.