No sin buenas razones. El nuevo embate del gobernador Enrique Alfaro en contra de la Universidad de Guadalajara no sólo es contrario al amor, sino que es una absoluta sinrazón. Como el Quijote que embiste a los molinos de viento, se trata de una película que ya hemos visto demasiadas veces, en la cual se recrea, una y otra vez, a un enemigo imaginario para alargar la trama del conflicto. La repetición de los epítetos, insultos y adjetivos le resta credibilidad, no digamos calidad, a este largometraje de permanencia involuntaria.