2024 será recordado como el año en que perdimos la Constitución. La norma que funda y limita el poder fue desbaratada, con trampas y extorsiones, en el verano del escarmiento. Hemos entrado, como bien ha dicho Diego Valadés, en la era postconstitucional. Así como hablamos de los tiempos de la postverdad, debemos hablar en México de la era postconstitucional. La política se ha divorciado de su norma fundante. El bloque dominante puede rehacer la Constitución en unos minutos. Puede insertar en ella lo que se le antoje, puede desconocerla cuando le da la gana y podrá violarla sin consecuencia alguna. Con la Constitución ha muerto la democracia liberal que, con todos sus defectos, fue construyéndose en el último tramo del siglo XX. Sobre la tumba de la norma se levanta una autocracia popular, un régimen que invoca la democracia para negar en ella todo lo que sea prudencia, sospecha, límite.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.