OPINIÓN

Un desafío importante como profesor es encontrar las formas de hacerse descifrar por los estudiantes, y seguir descifrándolos

'No, profe'

NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL

5 MIN 00 SEG

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Me percaté de esto hace ya un tiempo, y desde entonces he ido corroborándolo sin falta en cada clase inaugural de la asignatura que imparto en la universidad: al ser profesor, uno envejece de modo más acelerado debido a que los estudiantes, año tras año, semestre tras semestre, siguen teniendo siempre la misma edad. Fatalmente, abrumadoramente, al plantarse delante de ellos uno sigue siendo el mismo, con todos sus años a cuestas, y también con todas sus ideas y sus prejuicios y sus mañas y sus taras -también, ojalá, con una poca de sabiduría acumulada, o al menos cierta información o ciertos conocimientos que justifiquen que uno siga plantándose ahí-; el trotecillo feliz de hace veinte años al recorrer los pasillos y subir las escaleras que conducen al salón se ha trocado por un paso cansino que obliga a salir más temprano para llegar a tiempo, mi sordera va dificultándonos todo a todos (no entiendo lo que me dicen, les pido repetirlo, entiendo otra cosa, temo impacientarlos, siento que parezco loco), y si antes me gustaba dar las clases de pie, ahora, llegado el momento impostergable de la ciática, me acerco una sillita. Etcétera. Los estudiantes, en cambio, siguen conservando la juventud intacta que tenían hace 20 años.