Todos estamos en contra del fraude electoral. Nadie está a favor de solaparlo ni de validarlo. Al menos no en la arena democrática. Otra cosa son los poderes fácticos o el crimen organizado metido en las elecciones, que no es el caso. El problema surge, sin embargo, cuando no todos entienden lo mismo cuando se habla de fraude electoral. Cuando algunos creen que existió un engaño donde no lo hubo. O mejor dicho, cuando algunos pretenden hacer creer que hubo fraude donde no lo hubo.