Hay una razón por la que escuchas los primeros compases de la banda sonora de la película Carros de Fuego y tu mente ve cuerpos corriendo en cámara lenta. También por la que el amor en el largometraje de Blade Runner suena al compositor Vangelis. Por la que Darth Vader entra a tu cabeza cada vez que suena la Marcha Imperial. La música no solo acompaña: se incrusta. Se convierte en el alma de la historia. Ese legado cultural nos marca y debe ser reconocido y recompensado. Y esa recompensa solo existe si la propiedad intelectual es protegida y defendida.