La democracia consiste en partidos que pierden elecciones. Así de simple, así de sencillo y como lo ha argumentado sin cesar Adam Przeworski. En cada contienda debe haber una fuerza que celebra su victoria y otra que acepta su derrota; un ganador y un perdedor. Para ello deben cumplirse diversas condiciones, incluyendo un terreno nivelado de juego y un árbitro imparcial. Con esa meta en mente, la izquierda, la sociedad civil, activistas y políticos como Porfirio Muñoz Ledo pelearon durante más de una década para remodelar el IFE, ahora INE. Aquel objetivo de los noventa es el mismo que hoy: garantizar condiciones equitativas para la contienda, impedir que los partidos se salten las trancas, permitir la alternancias e impedir que el partido en el poder utilice al aparato del Estado en su favor. Durante algunos años el árbitro cumplió con su papel y luego -con el paso del tiempo y el sabotaje del PRIAN- fue perdiendo credibilidad. Ahora se abre la oportunidad de relegitimarlo, pero parecería que John Ackerman y muchos en Morena y el PT no quieren mejorar al INE, sino acabar con él.
Denise Dresser es politóloga, escritora, columnista y activista. Coordinó el libro "Gritos y Susurros: Experiencias Intempestivas de Mujeres". Ganó el Premio Nacional de Periodismo en 2010. Su último libro es "El País de Uno. Reflexiones para entender y cambiar a México".