Durante la mayor parte del trayecto, el hombre-Uber y yo habíamos permanecido en silencio. Y quizá así hubiéramos continuado hasta mi destino donde, tras darle las gracias y bajarme del vehículo, me hubiera olvidado por siempre de él. Sin embargo, cuando nos detuvimos en aquel semáforo, fuimos testigos de una escena que captó nuestra atención y que de alguna manera nos unió al descubrirnos frágiles en un mundo hostil y sórdido.