Desde las primeras lanzas y flechas hasta los certeros disparos con mira telescópica, la paz de los venados siempre ha sido vulnerada, pero sus ganas de vivir persisten. A nadie ofende la estética de su silencio, pero son el sueño de todo colmillo afilado. A nadie persiguen, pero sobre sus huellas, siempre se hunden en el barro las garras del sigilo asesino.