Centralizar la administración de las elecciones, elegir por voto popular a los árbitros electorales, fortalecer a las dirigencias partidistas frente a la militancia y castigar la representación de los partidos pequeños, son los principales despropósitos de la reforma electoral anunciada en días pasados por el presidente López Obrador. El talante de la iniciativa es concentrar el poder y limitar el pluralismo del sistema de partidos.