Gracias a la tragedia ática, por primera vez alguien se convierte en "otro" en escena, y al público le ocurre lo mismo
Los persas
Jorge Volpi EN MURAL
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El surgimiento y esplendor de la tragedia griega coincide justo con el de la democracia ateniense. Entre las primeras Dionisias, celebradas hacia el 534 a. C., bajo la tiranía de Pisístrato, hasta la derrota ateniense tras la Guerra del Peloponeso, en el 404 a. C., se escribieron un millar de ellas. Por desgracia, no han sobrevivido más que treinta y dos obras de solo tres autores: Esquilo, Sófocles y Eurípides. Imposible saber si fueron los únicos grandes maestros de su arte y tampoco si conservamos las mejores de sus catálogos. Pese a su fugacidad, la tragedia ática supuso un avance abismal en la manera de representar los conflictos humanos: gracias a ella, por primera vez alguien se convierte en otro en escena -un criminal, una mujer, un bárbaro, un enemigo- y al público le ocurre lo mismo.
(México, 1968). Es autor de la novelas En busca de Klingsor, El fin de la locura, No será la Tierra, El jardín devastado, Oscuro bosque oscuro y La tejedora de sombras. Y de ensayos como Mentiras contagiosas, El insomnio de Bolívar y Leer la mente. En 2009 obtuvo el Premio José Donoso de Chile por el conjunto de su obra. Sus libros han sido traducidos a 25 idiomas. En 2014 se publicará su novela Memorial del engaño.