La semana pasada sostuve en la radio que "si viviéramos en la Inquisición, yo quemaría vivos a los morenistas en el Zócalo capitalino". Al asistir frustrado a la destrucción de mi querido país, al que le he dedicado gran parte de mi obra, fui víctima de un deplorable exabrupto. Ofrecí una disculpa pública ya que, en mis novelas y ensayos, siempre me he pronunciado en contra de la violencia. He luchado también en estas páginas por la democracia, por un Estado de Derecho y por los derechos humanos. Fue una declaración calamitosa, propia de un parlamento dictado por Pedro Moya de Contreras, el primer inquisidor de la Nueva España en el siglo XVI, pero jamás en las redes sociales. Fui un mal ejemplo a seguir en el contexto político. Mi papel consiste en invitar al análisis, a la denuncia periodística, a la conciliación, pero nunca al incendio. Por más que me referí a hechos ocurridos hace 500 años, lamento la interpretación de mis palabras. Yo me disculpé, ¿pero AMLO cuándo lo ha hecho por sus excesos verbales o los de sus colaboradores?
Abogado por la UNAM. Dedicado a investigar la verdad oculta de la historia de México, ha escrito 20 novelas históricas y 5 ensayos de diversa naturaleza. Ha impartido conferencias en México y en el extranjero. Es conductor de un programa de televisión y comentarista en distintos medios de radiodifusión. Ha publicado más de 4,000 artículos. Es columnista en el diario Reforma, en El País y en el Chicago Tribune, Hoy, entre otros más.