En el primer año de primaria, los niños de mi tiempo abordábamos la escritura con lápiz; una vez que la maestra consideraba que la caligrafía era aceptable, nos pasaba a escribir con tinta, lo que obligaba a llevar al colegio tintero y canutero, el que había que manejar con cuidado pues, si la plumilla se cargaba, al mojarla en el tintero, con demasiada tinta, las gotas caían al cuaderno o al pupitre, o peor, a la ropa lo que provocaba regaños de parte de la mamá.