Logro magisterial
DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL
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Evoco aquel día como uno de los más felices de mi vida. Recién había entrado yo al primer año de secundaria en la Escuela Normal de Coahuila cuando nos juntaron a todos los alumnos en el vasto salón de actos del plantel y nos anunciaron que las clases se suspendían hasta nuevo aviso, pues los maestros harían una huelga por la falta de pago de sus sueldos. Podíamos irnos a nuestras casas. Una ovación unánime y entusiasmada saludó aquella gratísima noticia. Con igual júbilo deben haber recibido los franceses la fausta nueva de la liberación de París en la Segunda Guerra. Cuatro meses duró aquel paro de actividades. De no haber sido por la solidaria actitud de los dueños de las pequeñas tiendas de barrio, que extendieron crédito ilimitado a los huelguistas, ellos y sus familias habrían fenecido de hambre. Escaso y precario era el sueldo de los profesores, lo mismo que las pensiones que recibían tras su retiro. Maruca Peña, menudita pero aguerrida maestra mía en el jardín de niños, encaró una vez, anciana ya, al presidente Salinas de Gortari en una de sus visitas a Saltillo, y le pidió que aumentara las raquíticas pensiones que los maestros percibían. La suya era tan baja, le indicó, que apenas le bastaba para sobrevivir. Contestó Salinas, molesto por la reclamación: "Mi madre también es maestra jubilada, y su pensión es tan reducida como la de usted". "Sí -ripostó Maruca-. Pero yo no tengo hijo Presidente". La situación no ha cambiado desde entonces. Los maestros figuran entre los profesionistas peor pagados. Y eso no es de ahora; viene de luengos años. Algún catedrático acuñó en la Edad Media aquella máxima al mismo tiempo dolorida e indignada: Quem dii oderunt paedagogum fecerunt. Los dioses hicieron profesores a aquellos a quienes odiaban. Por eso aplaudo, y con ambas manos, para mayor efecto, a López Obrador por haber ordenado una elevación en el salario que perciben los maestros, lo mismo que en las pensiones de los jubilados. Reconozco en igual forma a Alfonso Cepeda Salas, a cuyos buenos oficios se debió seguramente ese logro sindical. Desde luego queda mucho camino por recorrer en cuanto a la justicia que merecen los maestros. Yo lo fui durante 40 años, hasta que sin darme cuenta pasé de la edad de la pasión a la edad de la pensión. Siento afecto grande por el gremio magisterial, pues a él pertenecí, y en cierto modo sigo siendo parte de él como jubilado nostálgico que soy. Espero que mejore la calidad de vida de los profesores. Es una forma de hacer que mejore la calidad de la educación en el país... Capronio, lo sabemos, es un sujeto ruin y desconsiderado. Una mañana su esposa le reclamó con sentimiento: "Anoche hablaste dormido, y llenaste de maldiciones e injurias a mi mamá". Contestó el tal Capronio: "¿Y quién te dijo que estaba dormido?"... En el Bar Ahúnda un tipo bebía su copa en la barra, solitario y pesaroso. El cantinero consideraba parte de su obligación profesional cumplir una de las obras de misericordia enunciadas por el buen Padre Ripalda en su olvidado Catecismo: consolar al triste. Así, le preguntó al afligido bebedor: "¿Qué le sucede, amigo?". Respondió con tono de lamento el individuo: "Yo lo tenía todo en la vida. Una hermosa mujer, un coche deportivo último modelo, un departamento de lujo estilo militar... Y todo lo perdí de la noche a la mañana". "¿Por qué?" -se interesó el de la cantina. Contestó el sujeto: "Mi esposa me descubrió"... Rosibel salía con un galán que gozaba fama de erótico amador. Una amiga de la chica le preguntó, curiosa: "¿Cómo son los besos que te da Pitongo?". Respondió ella: "Están por abajo del promedio"... FIN.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.
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