En esta vorágine que subyace en el progreso tecnológico, la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) se ha materializado como un paradigma disruptivo, particularmente, en tareas de generación de contenidos (e.g., texto, imágenes, videos). Su incipiente -pero creciente- desarrollo no ha estado exento de cuestionamientos ontológicos y epistemológicos, lo cual se traduce en una atenta invitación para abordarlos con un mayor rigor filosófico.