En el campo de las decisiones personales nada es seguro ni previsible, no existe aval alguno ni garantía de éxito para ninguna opción, relación o elección. Lo único cierto -además de la muerte- es que toda decisión trae consigo un riesgo proporcional a su importancia y que la intensidad de la vida tiene mucho que ver con la manera en que asumimos, una a una, esas apuestas personales con las que nos la vamos jugando. En la política mexicana, en cambio, es más fácil, ya que la complicidad y la impunidad lo resuelven todo, con cíclicos y predecibles resultados.