Tal parece que nos inclinamos más por los riesgos de la libertad que por la tranquilidad del encierro, y esa está siendo la causa de nuestra desgracia. Nos asombra y desde luego no podemos dejar de sentir cierta molestia el ver a tanta gente en la calle sin protección, sin guardar la sana distancia, como si los miles de muertos y millones de contagiados en el mundo no nos alertaran de lo que puede pasarnos en México. Me pregunto si en lugar de iniciarse en China y reproducirse en Europa, se hubiera iniciado aquí. ¿Cuál sería nuestra conducta y cuál hubiera sido la de ellos? Ellos reaccionaron tardíamente porque desconocían el problema en el que estaban y he ahí las consecuencias. Su tragedia debiera ser una contundente advertencia para nosotros, pero a pesar del esfuerzo informativo tan dramáticamente difundido por nuestras autoridades, no todos están tomando en serio el riesgo. Y si los que no atienden las recomendaciones solo expusieran sus vidas, que en su salud la paguen; el problema es que están exponiendo a los demás.