OPINIÓN

La FIL acabó muy satisfecha de sí misma, garantía de que, superadas las tres décadas y media de existencia, pocas ganas tendrá de reinventarse

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NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL

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Pasó la FIL, con menos gloria que pena. Por principio de cuentas, un déficit de 18 millones de pesos, que no es como para echar cuetes; luego, el regusto acedo de los zipizapes políticos que la enmarcaron: los pleitos entre el gobernador y la Universidad de Guadalajara -o bien el Licenciado-; la ojeriza de la Cuarta Transformación contra la feria -o, más bien, contra el Licenciado, por lo que éste encarna para el afecto del presidente de la República-. También, la ominosa sombra de la pandemia y sus consecuencias: la escasez de novedades editoriales, las ausencias de expositores y la cortedad en los inventarios de casi todos los que vinieron, las limitaciones de los diversos programas de actividades...