Le decían Nacho
Guadalupe Loaeza EN MURAL
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Entre las decenas de coronas fúnebres que yacían a los pies del féretro del escritor, historiador, periodista, catedrático y dramaturgo mexicano Ignacio Solares, había una particularmente florida y olorosa con el nombre de "Francisco I. Madero", como el personaje histórico del que tanto se ocupó Nacho. Hemos de decir que Madero, el otro estaba en una pequeña mesa entre otras obras del autor. "Nadie sabe quién la mandó. Es como un guiño del más allá; solo a Ignacio le pasaría esto", dijo su viuda, Myrna Ortega, a nuestro periódico, a quien seguramente le comentaba mientras le describía la cantidad de "Maderos" que existían en la personalidad del revolucionario, el hermano, el esposo, el espiritista y el señor Presidente. "Gustavo fue, de alguna manera, un mártir, una forma de Cristo. Su historia es única, en la historia de este país. Gustavo tuvo que enterarse de los escritos espiritistas de su hermano Francisco y hay que decir que yo cuando escribí la historia de esos escritos tuve la fortuna de revisar los originales que tenía en sus manos el historiador, Manuel Arellano", le dijo Nacho a Paco Ignacio Taibo II el día de la presentación organizada por el Fondo de Cultura Económica de Gustavo A. Madero. (El Universal).
Descubrió quién es gracias a la escritura y al periodismo. Ha publicado 43 libros. Se considera de izquierda aunque muchos la crean "niña bien". Cuando muera quiere que la vistan con un huipil y le pongan su medalla de la Legión de Honor; que la mitad de sus cenizas quede en el Sena y la otra mitad, en el cementerio de Jamiltepec, Oaxaca, donde descansan sus antepasados. Sus verdaderos afectos son su marido, sus hijos, sus nietos, sus amigos y sus lectores