OPINIÓN

Lázaro Cárdenas

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL

4 MIN 00 SEG

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Se celebraba en el hipódromo la carrera más importante del año. El dueño del caballo llamado "Flamazo" quería ganarla a toda costa, de modo que consiguió que en un laboratorio le sintetizaran una potente dosis de esteroides en unos cubitos que parecían de azúcar. Momentos antes de la carrera se los empezó a administrar al animal. Sucedió que un inspector vio aquello, y se acercó rápidamente. "¿Qué le está dando al caballo?" -le preguntó con severidad al hombre. "Azúcar -respondió éste. Le encanta el azúcar". El inspector, desconfiado, le ordenó: "A ver, deme uno". El dueño del caballo le dio un cubito; el inspector se lo llevó a la boca y lo consumió. "Pues sí -dijo-. En verdad parece azúcar. Para comprobarlo deme otro". El del caballo le dio otro cubito y el inspector lo degustó. "De veras -volvió a decir-. Sabe a azúcar. Deme uno más para confirmarlo". El dueño del caballo le dio otro cubito, que el inspector comió igualmente. "Está bien -se dio por vencido-. Ya no me cabe duda de que es azúcar. Disculpe las molestias". Y diciendo eso se alejó. A toda prisa el dueño del caballo le acabó de dar los cubitos que quedaban y luego, con una palmadita, le dijo, feliz: "¡Ahora sí a correr, amigo! ¡El único que te puede ganar es el inspector!"... Nueve meses del año no hay hombres en aquel pequeño poblado campesino. En las polvosas calles se ven mujeres y niños, ancianos, nada más. Desde que tienen edad para buscar la vida -¿para buscar la muerte?- los hombres se van "al otro lado". Unos logran pasar y hallar trabajo. Otros perecen ahogados en el río o el desierto. Unos logran volver cuando la temporada acaba. Otros no vuelven ya, víctimas de los mil y mil riesgos que afronta el migrante. Cada año hay en aquel pequeño poblado campesino una nueva cosecha de viudas y de huérfanos. Es lo único que ahí se cosecha. Las parcelas están abandonadas, pues quienes deberían trabajar en ellas son los que van a cultivar los campos de California o Texas. El poblado se llama "Lázaro Cárdenas". Lleva el nombre de aquel que hizo la Reforma Agraria y repartió la tierra... Llegó el viajero a un pueblo de mala muerte. Subió a un auto de alquiler y le dijo al taxista: "Lléveme al mejor hotel". "No puedo" -respondió el individuo-. "¿Por qué?" -se sorprendió el viajero-. Contestó el taxista: "Porque va a decir usted que soy un mentiroso"... La señora con ocho meses de embarazo, dos niños en los brazos y a cuyas faldas se prendían diez hijitos más, decía algo a su marido, que estaba bebiendo una cerveza y viendo en la tele el partido de futbol. Después de oír a su señora declaró el cínico sujeto: "Acuérdate bien, Sufricia: yo nunca te dije que nunca te faltaría de comer. Yo lo que te prometí es que siempre te tendría con la barriga llena"... La muchacha se quejaba con una amiga: "Mi esposo es un bruto, me hace la vida imposible. Desde que vivo con él sufro mucho. Ya hasta he enflaquecido". "¿Y no piensas dejarlo?" -preguntó la amiga-. "Sí -respondió la muchacha-, pero hasta que llegue a los 55 kilos"... No acaban las desventuras conyugales de doña Macalota, la esposa de don Chinguetas, marido tarambana. Hace unas noches la señora llegó a su domicilio después de jugar pádel en el Club Silvestre, y sorprendió a su marido en el lecho conyugal entrepernado con una morena de ardiente traza y voluptuosas formas que ni siquiera se inmutó al ver a doña Macalota, pues tenía muy practicado su oficio y jamás perdía la calma. Llena de justificado enojo la esposa le preguntó a su infiel consorte: "¡Chinguetas! ¿Por qué te encuentro así?". Respondió tranquilamente el lúbrico sujeto: "Porque traes tenis y no te oí llegar"... FIN.