Todo mundo está celebrando una novela cursi, lacrimógena, predecible y en suma ridícula que yo decidí que no leería
Las listas
NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL
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Van apareciendo ya por todos lados las listas de lo mejor del año. No siempre queda claro si por "mejor" debemos entender eso, efectivamente, o bien si es sinónimo de "popular", ni si este último término designa lo que más se vendió o más se consumió, o siquiera lo que más gustó. (Dicho sea de paso, es llamativo que cada año las listas aparezcan antes, como si sus hacedores debieran entregarlas a toda prisa antes de salir de vacaciones, y esta vez ya desde finales de noviembre estábamos viéndolas. A ver si, como ha pasado últimamente con los arbolitos de Navidad, dentro de poco no nos salen al paso ya desde agosto o septiembre). En todo caso, en la elaboración de estas listas y en nuestras formas de interpretarlas hay una serie de presupuestos -infundados, creo yo-, empezando por sus pretensiones de objetividad o imparcialidad o aun justicia; a veces, por ejemplo, quien hace la lista explica cómo procedió, cuáles fueron sus criterios, e incluso hay medios que levantan discretas encuestas entre presuntos especialistas a fin de que el ejercicio adquiera un cierto cariz democrático y se contrarreste así todo riesgo de arbitrariedad.