Para exorcizar a la política y explicar lo que a primera vista parecía inexplicable, Vargas Llosa se fue a Berlín y se sentó a escribir
Las caras de Vargas Llosa
Isabel Turrent EN MURAL
3 MIN 30 SEG
Todos sus amigos mexicanos, los que lo habían acompañado a su cierre de campaña, y los que seguíamos desde aquí lo que pasaba en Perú, estábamos seguros de que Mario Vargas Llosa ganaría ampliamente las elecciones presidenciales de 1990. Quienes habían ido describían la atmósfera festiva y las multitudes que rodeaban a Vargas Llosa. Su mensaje de unidad, que debió haber convocado la lealtad de muchos entre los más pobres -indios, negros y serranos-, y su proyecto de modernización política y económica, que apoyarían seguramente las clases medias. Los apristas de Alan García en el poder, no tenían ni un programa alternativo, ni un líder que pudiera enfrentar a Vargas Llosa. Alguien mencionó que el vacío opositor era tan profundo que un peruano de origen japonés, salido de la nada, había subido en las encuestas. Seguramente a costa del aprismo, concluimos. Vargas Llosa ganaría sin duda. Y desde la primera vuelta.

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Estudió Historia del Arte en la UIA y Relaciones Internacionales y Ciencia Política en El Colegio de México y la Universidad de Oxford, Inglaterra. Ha publicado cinco libros sobre asuntos internacionales, y en el 2006, La aguja de luz, una novela histórica sobre Mallorca. Es colaboradora de Letras Libres y editorialista de Reforma desde su fundación. Ha impartido cátedra en las principales universidades del país sobre temas internacionales.