Durante el encierro domiciliario, muchos ignoran que, entre las paredes de su casa, se camufla un fantástico artefacto volador para el que cada quien es el único posible tripulante. Abordar esta nave imaginaria implica subir a un estado de conciencia, desde el cual adquiere significado todo aquello que se hace, pospone u omite. Nadie puede ver la nave de otro, pero se nota en los hechos cuando alguien pilotea la propia.