México estaba resignado. Los mexicanos nos habíamos hecho al ánimo de que Donald Trump regresaría como presidente de Estados Unidos, con todo lo que eso implicaría para nuestro país. El gobierno mexicano se preparaba para enfrentar cuatro años más de hostilidades de la Casa Blanca. Tanto el nombramiento de Juan Ramón de la Fuente al frente de la Cancillería, como de Marcelo Ebrard en Economía, parecían responder a la necesidad de tener a dos pesos completos en la contención de la relación con Washington.