Pues no, ni nuestra deliciosa gastronomía, ni todas las tradiciones mexicanas juntas alcanzan. No, porque el apego a la remendada historia oficial y sus consecuentes y desairados festejos patrioteros tampoco dan -ni en conjunto- el ancho. Las costumbres familiares, los ritos religiosos, el mundo charro, los bailes típicos de todos los estados, la horrible y mal llamada "música regional" y las devaluadas ligas del deporte nacional, sumadas a lo antes mencionado, se quedan también muy abajo en el intento. Ni siquiera la bien ganada fama de nuestras bebidas espirituosas provenientes de distintas maneras de procesar la alquimia de los magueyes, sumada a la calidez intemporal del mariachi, los sones y los huapangos, se acercan tantito.