La crisis civilizatoria que atraviesa a México, en donde la tragedia humanitaria del día, ya sean desapariciones, masacres, feminicidios y un largo etcétera, nubla la capacidad de indignación y asombro, no ha permitido discutir con seriedad dos acontecimientos recientes que muestran la necesidad de impulsar procesos de "justicia transicional" (exitosos en geografías con problemas similares), que logre como primer objetivo, atenuar el problema estructural de violencia que nos rebasa.