OPINIÓN

Juicio Final

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL

3 MIN 30 SEG

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Don Algón, libidinoso ejecutivo, logró después de insistir mucho que Loretela, atractiva dama pelirroja como Maureen O'Hara y dueña de misteriosos ojos grises como los de Capucine, enhiesto busto como el de Jayne Mansfield y caderas unánimes como las de Marilyn Monroe, aceptara acompañarlo a un hotel de playa. En la habitación número 210 la mujer se despojó de la peluca, los pupilentes y los rellenos de borra y gutapercha que le daban semejanza con aquellas bellísimas actrices. A la mirada de consternación del salaz magnate respondió Loretela: "Usted también dio un nombre falso en la administración"... La madama que regentaba el lupanar se molestó al oír que un cliente recién llegado al establecimiento decía de sus pupilas que eran "más feas que un coche por abajo y con más años que dos pericos juntos". "Señor mío -le dijo con ofendida dignidad-. Recuerde que nuestra profesión es la más antigua del mundo". "Lo sé -admitió el sujeto-. Pero no esperaba hallar aquí a las fundadoras"... "Beso a usted las manos, señorita". Eso le dijo don Sinople, caballero de los de antes, a la linda chica de opulentos y muy visibles encantos delanteros. Y añadió enseguida: "Claro, como segunda opción"... Himenia y Solicia, maduras célibes, visitaron el museo de la ciudad. El guía les mostró una estatua de Apolo sin la consabida hoja de parra, y que mostraba todos los miembros en reposo, y les informó: "La estatua que ahora vemos es de la época helenística, y pertenece al periodo bajo". Himenia le comentó al oído a su amiga: "La del periodo alto ha de estar más interesante"... El juez le leyó al reo la lista de los delitos que había cometido (el reo, no el juez): "Fraude... Fraude... Fraude... Atentado contra la moral...". "Sí, señor juez -reconoció el sujeto-. El dinero no lo es todo en esta vida". (Decía este amigo mío a quien no sé si calificar de cínico o realista: "El dinero no compra la felicidad, pero ayuda a conseguir el género de infelicidad más agradable")... Doña Temosa era mujer de opiniones terminantes. No toleraba que la contradijeran. Cierto día recibió la noticia de que su esposo había sido llevado a un hospital. "No me sorprende