Las curules de los Congresos son como el juego de las sillas: los diputados se mueven para ocupar no solo los espacios en disputa -asientos en la mesa directiva, la junta de coordinación política o las comisiones legislativas- sino cambiándose de bancada parlamentaria. Al escuchar la melodía del poder, los legisladores buscan acomodarse y reacomodarse, alterando no solo la correlación de fuerzas políticas, sino distorsionando la representación popular, incluso al margen de ley y de la voluntad de los votantes.