Caminé por el vestíbulo de ese edificio que erguido con elegancia se encuentra sobre la avenida Mariano Otero, las más de ocho columnas que sostienen su estructura me hablaron de la fortaleza de una institución que se atreve a disentir, los detalles en el piso que te cuentan las historias que pocos narran y la altura del techo, aquella altura. Pararse en el centro provoca la más intimidante de las sensaciones. El humano es diminuto, pensé.