Prometer no empobrece, reza el dicho popular. Esta frase es particularmente cierta en las campañas electorales, cuando los políticos son proclives a prometer lo que sea con tal de ganar votos. No sin razón, la ciudadanía cree cada vez menos en las promesas de campaña, pues saben que los políticos incumplen su palabra sin mayores consecuencias. Más demagógica que democrática, esta lógica tiene que ver no tanto con la propensión política a prometer en campaña, sino con la ausencia de contextos de exigencia ciudadana que obliguen a los políticos a rendir cuentas y dar resultados sobre lo prometido.