OPINIÓN

Las condiciones que harían cundir la mala imagen de Guadalajara tienen décadas arraigadas en el ser tapatío

Invisible

NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL

5 MIN 00 SEG

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Como no soy hotelero, no vendo artesanías ni preparo tostadas, no es que me preocupe mucho una posible escasez de turistas en el centro de Guadalajara; sin embargo, al verlos por los rumbos de San Juan de Dios, por ejemplo, sí me intrigan poderosamente sus motivos para haber elegido este destino, las figuraciones que pudieron hacerse antes de llegar y sus impresiones al conocer eso que les habían platicado o vendido. Deben de ser unos artistas de la ilusión, los agentes de viajes y los promotores turísticos que consiguen ilusionar a esa parejita joven de Minnesota, a esos señores mayores de Canadá que habrían podido elegir el Caribe y optaron por pasear en calandria, al grupo de franceses que se espantan las moscas y sufren por la asoleada mientras van camino del Cabañas, en plena Plaza Tapatía: ¡qué capacidad de fantasía! Y qué tremenda ha de ser la decepción que se llevan los engatusados, una vez que están aquí y ven la distancia entre la realidad y aquello que les ofrecieron.