OPINIÓN

Incapacidad

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL

3 MIN 30 SEG

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¿Habrá irreverencia en el relato que enseguida narraré? No lo creo, por eso lo doy a la luz pública. Mas si acaso algún alma piadosa lo encuentra irreverente, le ofrezco mi disculpa más rendida... Sucedió que por segunda vez Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo. Sintió sed, y sin saber en dónde se metía entró en una cantina. El tabernero lo reconoció inmediatamente. ¿Cómo no conocer a ese divino personaje de alba vestidura y majestad serena? Lo colmó de gentilezas y atenciones. En la taberna estaban tres sujetos, cada uno en su respectiva mesa. El primero era un norteamericano. Veterano de una de las muchas guerras que en este tiempo ha librado su país, una bomba lo dejó contrahecho. El segundo era un ruso. Combatiente en Ucrania, las esquirlas de una granada le llenaron el rostro de hondas cicatrices. El tercero era un mexicano. Había tenido un accidente en la fábrica donde trabajaba. Llevaba el brazo derecho metido en un paliacate a modo de cabestrillo. El norteamericano observó el trato que el cantinero daba al recién llegado y le preguntó: "¿Quién ser ese hombre?". Le informó el de la taberna: "Es nuestro Señor Jesucristo". "Oh, my God! -exclamó maravillado el estadounidense-. ¡Llévele un whisky de mi parte!". El cantinero llevó la bebida a la mesa del divino personaje. Éste fue hacia el norteamericano: "Gracias, hijo". Le puso la mano sobre el cuerpo y la deformidad del hombre desapareció: su cuerpo quedó derecho, erguido. El ruso notó aquello y llamó al tabernero. "¿Quién es ese camarada?". "Es Nuestro Señor Jesucristo". "Oh! -se asombró el ruso-. ¡Llévele un vodka de mi parte!". El del bar llevó el vaso. Nuestro Señor se levantó de su mesa y fue hacia el ruso. "Gracias, hijo". Le puso la mano sobre el rostro, y las cicatrices del individuo se borraron: su rostro quedó limpio. El mexicano vio eso y le preguntó al cantinero: "¿Quién es ese cuate?". "¡Ningún cuate! -profirió el cantinero-. ¡Es Nuestro Señor Jesucristo!". "¡Ah cabrón! -se asustó el mexicano-. Llévale un tequila de mi parte". El del local llevó el tequila. Nuestro Señor fue hacia el tipo. "Gracias, hijo". Le puso la mano sobre el brazo. "¡No, no, no! -lo detuvo el mexicano-. ¡A mí no me hagas el milagrito! ¡Yo tengo 60 días de incapacidad en el Seguro!"... El cuento viene a cuento porque ahora el que muestra una gran incapacidad es el Seguro. La carencia de equipo, la falta de medicamentos, la escasez de insumos para la debida atención de los pacientes han hecho que el IMSS tenga ahora problemas graves para llevar a cabo su misión. Haber hecho desaparecer el Seguro Popular por un mero capricho -uno más- del Caudillo de la 4T fue un error grave que ni remotamente ha podido subsanar el Insabi, o como se llame esa entelequia cuya existencia fantasmal es desconocida por la mayoría de los mexicanos. El pueblo por el que tanto se preocupa AMLO debe ahora recurrir a la medicina privada, pues en el IMSS no encuentra la debida atención a sus problemas de salud, y en pagar médicos particulares y medicinas de farmacia se les va a los pobres la exigua pensión clientelar que les regala López. También en este campo, el de las instituciones de salud pública, estábamos mejor cuando estábamos peor. Decirlo es muy penoso, pero sufrirlo más... El pajarito hizo el nido con un agujero en el fondo. Le explicó a la pajarita: "Es que de momento no quiero que tengamos hijos"... Cuando el señor llegó a su casa, su esposa lo recibió cubierta sólo por un vaporoso negligé. "Vamos a la recámara -le dijo-. Te haré lo que me pidas". Preguntó, hosco, el marido: "¿Otra vez chocaste el carro?"... FIN.