OPINIÓN

Impactante lección

Bernardo González Mora EN MURAL

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Una desgracia no es una ruta pedagógica deseable para aprender, pero sí suele ser la más efectiva. Cuántos consejos que escuchamos reiteradamente sólo cobran sentido cuando sufrimos el descalabro que justamente pretendían evitar. Con mucha frecuencia escuchamos que el mundo se encaminaba al desastre: que el calentamiento global provocaría muchos males; que el derretimiento de los Polos liberaría enormes cantidades de metano, gas que -combinado con el oxígeno- era altamente inflamable, con la posibilidad de provocar catástrofes de dimensiones inimaginables; que se han contaminado los ríos por la proliferación de fábricas que en sus márgenes vacían residuos químicos, matando a los peces moradores milenarios de ellos y los que sobreviven ya no son consumibles; quienes lo hacen terminan con daños orgánicos irreversibles; que la franja desértica de África se amplía cada vez más por la escasez de agua en la atmósfera, etcétera. Problemas que atrapados en nuestro intenso trajín nos parecían lejanos e increíbles porque el ser humano, poderoso exterminador de innumerables especies, sería capaz de sobrevivir a cualquier amenaza.