OPINIÓN

Iglesia en llamas

Mario Arroyo EN MURAL

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"La única Iglesia que ilumina es la que arde" es uno de los eslóganes preferidos de las asociaciones activistas de ateos. Pareciera, simplemente, una entusiasta profesión de fe atea, provocativa quizá, pero finalmente inocua. Con el tiempo, tristemente, hemos descubierto el error. Se va convirtiendo en habitual protestar por la causa que sea y vandalizar por lo menos, cuando no quemar una Iglesia o monumento religioso. La última fue la Catedral de Nantes, joya del gótico francés; la más dolorosa Notre Dame en París; más cercana a nosotros, la Misión de San Gabriel, en California, fundada por San Junípero Serra. Pero, además de estas, cuyos daños no son solo una ofensa religiosa, sino una irreparable pérdida histórica, artística y cultural, están multitud de casos en Chile, Argentina, Inglaterra, España e incluso México.